Día a día en Berlin I

Como hace mucho que no escribo en el blog, tengo un montón de posts empezados que no consigo acabar, empiezo a hacer honor a mi fama de rancia y no doy noticias (en francés se dice farouche: es mucho más preciso)... copio unos fragmentos del diario que he empezado en Berlín (sí, sí, un diario a la antigua: psicoanálisisDIY + archivo anti-pérdidadelamemoria).

Esta semana hemos entrado en la que será nuestra casa para los próximos dos meses. En Neukölln, un barrio turco y popular en el sureste (a punto de caramelo para la gentrificación pero parece que hemos llegado un poco antes). Es viejísima y grande, con una decoración muy absurda, me recuerda a mi casa de París. La compartimos con un chico alemán y su hijo de 6 meses pero también con los vecinos que entran y salen como si fuera su casa. Nosotros de la de ellos también (escribo esto en un estudio en la casa de arriba: me han dado un cable de red, una mesa y un silla y no me han hecho ninguna pregunta. Intuyo algún código cultural protestante pero no sé. Yo tampoco hago preguntas. Me encanta su economía del lenguaje).

Cuando decidimos instalarnos Berlin se me había olvidado que desplazar el cuerpo y la vida tiene consecuencias: las cosas más insignificantes se convierten en un mapa de signos desconocidos que no sabes cómo interpretar. Algunas ya te las esperas, como perderte en el metro o que te griten en un idioma que no comprendes (esto está muy bien, yo lo aplicaría como tratamiento obligatorio para prevenir la xenofobia). Otras no. Por ejemplo: enterarte de que puedes encontrar la muerte en un lugar en apariencia tan poco hostil como un carril bicicleta, o comprar crema hidratante pensando que es champú y echartela en el pelo (y descubrir que el suavizante es otro invento de la industria farmaceútica para destruir el planeta) y aprender a ir al super con un diccionario. Total, que se te pone a funcionar la cabeza con la intensidad que la de un niño: en un estado de observación permanente. Esta noche he dormido fatal soñando con los géneros (masculino, femenino, neutro) de las últimas palabras que he aprendido en clase de alemán. No merece la pena buscarle la vuelta de tuerca feminista: es puro random. Una pesadilla.

En Alemania el invierno dura desde septiembre hasta mayo. O mejor: dura de septiembre a noviembre y de abril hasta mayo. Lo que queda en medio (de diciembre a marzo) es innombrable y convierte cada pequeña decisión de movilidad en un acto muy premeditado. Hay que saber a dónde, cómo, para qué, durante cuánto tiempo. Me gusta mucho porque me da una sensación permanente de estar adelantada a mi tiempo. Pero no al estilo de los visionarios, que se adelantan décadas o siglos enteros. No. Yo estoy sólo adelantada unos meses. Como un pájaro migrador que no atiende al calendario sino sólo a la temperatura del aire y la velocidad del viento, a mí se me ha puesto el cuerpo en modo navidad. Como si tener ganas de dormir con calcetines y pensar en comilonas y regalos fuera todo junto. Del tirón he empezado a mirar el precio de los vuelos Berlin-Bilbao en diciembre, a decidir qué prenda extravagante voy a añadir esta vez al guardarropa de mi pobre padre (que como buen vasco sólo se viste de azul marino y gris), a pensar en si voy a repetir la huelga de hambre de los años precedentes (que consiste basicamente en comer lo mismo de siempre y beber muchísimo más, con balances sonados y catastróficos) o voy a innovar con algún método más sofisticado (¿boicotear la sopa de pescado? ¿atarme desnuda al árbol de navidad?). Hablo de ello con mi madre. Pero hija, si todavía estamos en septiembre! Ya ama, pero es que estoy en sintonía con el medioambiente.

(continuará...).

5 comentarios:

    On 10/02/2008 11:49 p. m. Anónimo dijo...

    meriiiiiiii,q historia más guay!
    me siento un poco identificada,ja.no por nada, por star fuera de casa.
    falamos. un besu

     
    On 10/03/2008 11:17 a. m. Anónimo dijo...

    A lo mejor tienes que dejar de publicar noticias y tirar más de diario, que te ha quedado chulo :)

     
    On 10/04/2008 7:49 p. m. Anónimo dijo...

    me alegro de que os guste! si, claro, el reality es muy agradecido :-) seguiremos seguiremos!

     

    Este comentario ha sido eliminado por el autor.

     

    He estado leyendo tu Blog, yo tengo uno medio abandonado (la vida del estudiante) pero el tuyo lo tengo a partir de hoy como modelo.
    De esta entrada me suena casi todo no sé si pasa siempre en el extranjero pero he de admitir que el shock kultural que produce Berlín tiene un sabor muy especial, quizá como la keks que ponen con el café ni dulce ni amarga.
    Un saludo
    Inés (GenderArtNet)